¿Recuerdas?

¿Recuerdas?
La pureza y simpleza de la niñez

Monday, March 17, 2008

Taciturno

Es una época extraña. Mi vida, en muchas cosas, es peor que la de un chiquillo adolescente. En otras, va de acuerdo al plan trazado y a lo espectado para mi corta edad. Recuerdos de gente querida, gente que quedó en el pasado; gente de mi pasado, presente en mi mente. Gente de mi pasado, con la cual no pude tener un presente. Eso quise. Gente que sigue vigente a pesar de una distancia geográfica. Gente distante, a pesar de la cercanía. Gente de mi presente, con la cual detesto mi pasado. Mucha nostalgia y sentimientos de soledad a pesar de estar acompañado. Los hijos me llenan la vida. Me dan alegría y embarran de optimismo el día y el futuro. Las contradicciones emocionales y del corazón, opacan en ocasiones, un poquito esos briosos momentos. Una queja imperdonable, sufrimiento innecesario, ínfimo, cuando se sabe de un prójimo en circunstancias adversas, debatiéndose entre el hambre y la desnudez. Lamento mezquino, angustia del egoísta. Sin embargo, nuestra esencia dejaría de ser tal, si dejásemos de quejarnos. Todos quieren algo, a todos les falta algo, y repetir tan trilladas deducciones, no ayuda en nada.

Me he alejado de mi mismo, de lo que soy. Existo, pero no vivo lo suficiente. He perdido el norte, y solo me regocijo en el presente. Me duele mirar al futuro, sabiendo que mucho de lo que se ha cedido, mucho de lo que se ha sacrificado, dejado de lado, o, para después, jamás verá ese después. Se negocia con la vida, y nunca se sabe si el resultado de esa transacción nos llevará a algún estado de certidumbre y satisfacción interna. Y mirar atrás no sirve de mucho, solo ahonda en el lamento o agrava la aflicción. No se aprende. Seguimos avanzando inexorablemente en este mundo y no atrapamos y congelamos esos momentos dichosos. No sabemos como estirarlos y hacerlos que se perpetúen en el tiempo… al menos el inmediato. La memoria es el único recurso que tenemos, y no le rendimos el tributo adecuado. La memoria no es estática, o momentánea, su futuro depende de nosotros. A las cosas que nos deleitan, démosles el tiempo necesario, y sigamos evocándolas o reviviéndolas, para que la dicha se prolongue y estire en la dimensión ingrata del tiempo.

Idealizar, es la droga con la que la memoria nutre al corazón. El corazón se alegra por un instante, se enajena y se olvida de su presente, se abandona a un futuro irreal. ¿Qué futuro es real? Un improbable cierto futuro.


Te extraño, te pienso...

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